Mariana Vela posa para una fotografía, Oct. 11. (Sam Difiore)
Mariana Vela recuerda una camioneta roja y llorar por su madre. Ella tenía solo dos años cuando vino a Estados Unidos. Pero ahora, ella tiene que luchar por su derecho a estar aquí, en el único hogar que ha conocido.
Vela, estudiante de comunicación de masas del cuarto año, es una de los 578,780 beneficiarios de DACA, o “Deferred Action for Childhood Arrivals”. DACA es un reglamento de inmigración que permite a algunas personas que han sido traídos al país cuando eran niños, recibir un permiso renovable de dos años de acción diferida de deportación y ser elegible para obtener un documento de autorización de empleo.
“Yo pago impuestos como todos los americanos” dijo Vela. “No es algo fácil de obtener.”
Para ser considerado elegible para DACA, hay varios requisitos. Además de ser menores de cierta edad, tanto ahora como cuando entraron en el país, los solicitantes deben estar graduados o matriculados en la escuela o haber sido dados de baja con honores del ejército de los Estados Unidos. Tampoco pueden haber sido condenados por un delito grave, un delito menor significativo, varios delitos menores o suponer una amenaza para la seguridad pública o nacional. Si se encontraran con algún problema legal, se arriesgarían a que se rescindiera su DACA y a la amenaza de deportación.
De acuerdo con la página de la organización “United We Dream”, además de los muchos criterios que se deben cumplir, los solicitantes también tienen que pagar una elevada tarifa, cuya renovación asciende este año a $495 dólares. Y eso sin contar con un asesor jurídico que se asegure de que la documentación que se presenta sea correcta.
“No todos somos delincuentes”, dijo Vela. “No estamos aquí sólo para reproducirnos y aprovecharnos de los beneficios”.
Vela recibió su número de la seguridad social y el derecho a solicitar la licencia de conducir cuando tenía diecisiete años. Desde entonces ha tenido varios empleos, ha trabajado para obtener su título e incluso ha sido ascendida a supervisora en su trabajo. Es una hija, una compañera de clase, una compañera de trabajo, una amiga, pero aun así, dijo que vive con miedo.
Durante la administración de Donald Trump, cuando DACA fue rescindido, Vela estaba en su primer semestre de universidad. Ella dijo que recuerda el día como si fuera ayer, esperando ansiosamente los resultados de la audiencia.
“Saqué Twitter porque pensé ‘Oh, necesito saber qué está pasando’ y estaba en todas partes que DACA había sido rescindido y cuáles eran los próximos pasos. Empecé a llorar y tuve que correr al baño porque mi primer pensamiento fue mis padres. Sus sacrificios al venir a Estados Unidos fueron arrancados. Renunciaron a todo para darnos todo, o incluso solo una pequeña parte de algo.”
Mientras que esa rescisión no se mantuvo, múltiples apelaciones y demandas desde entonces han pedido poner fin a DACA. Cada uno, trayendo un poco más de miedo en las vidas de las personas que lo reciben y aquellos que los conocen y cuidan. Tan reciente como el 13 de Septiembre de este año, cuando un juez federal del Distrito Sur de Texas dictaminó que DACA era ilegal, las sentencias de nuevos casos apenas sorprenden a Vela.
“Sólo quiero terminar mi carrera en este momento”, dijo Vela, añadiendo que eventualmente buscaría la ciudadanía. “Pero eso viene con su propio conjunto de complicaciones”, explicó. “Me alegro de poder llevar una vida seminormal, a diferencia de tantos indocumentados que tienen que vivir en la sombra.”
Mientras que MSU no ofrece un programa de este tipo, las universidades de todo el país, incluyendo la Universidad de California, Berkeley, la Universidad Estatal de Arizona, la Universidad Atlántica de Florida y la Universidad Estatal de Ohio están ofreciendo recursos y capacitación a los estudiantes interesados en ser un aliado de los beneficiarios de DACA. Se pueden encontrar recursos en línea para cualquier persona interesada en aprender cómo apoyar a estos compañeros.